Silla estudio con reposacuellos

    Silla estudio con reposacuellos
    Silla estudio con reposacuellos

Elegante silla de estudio, roble con tapicería de terciopelo estampado, altura de asiento 16 ½ in., altura total 39 1/3 in. Con reposacabezas regulable y base de hierro, altura aprox. 50 pulgadas - Muebles de estudio antiguos y atractivos.

Referencia: #4744

  • Datación: 1850

silla de estudio con reposacuellos que data de 1850-1860, adquirida en Alemania.

Se trata de una elegante silla realizada en roble con tapicería de terciopelo estampado. La silla tiene una altura de casi 1 metro de alto, con una altura del asiento de unos 42cms aproximadamente. La silla incluye un reposacabezas regulable en una base de hierro, lo quede confiere a la pieza una altura aproximada de 1,27m.

Dejando de lado la innegable belleza de la silla de nuestra colección, hay un elemento que llama poderosamente la atención: el reposacuellos. Este artilugio, hoy en día totalmente innecesario, era indispensable en el siglo XIX, cuando el uso del daguerrotipo en las fotografías de retrato requería tiempos de exposición realmente prolongados

Existen gran cantidad de fotografías y grabados en las que aparecen personas posando ayudadas por este tipo de artilugios de sujeción (sentadas o incluso de pie), eso nos lleva a pensar que realmente posar para un retrato podía ser algo complicado.

 

   

   

Algunas imágenes un tanto irónicas de lo que suponía posar para un daguerrotipo

 

No olvidemos que las personas que posaban para los fotógrafos de la época estaban hasta entonces acostumbradas a posar para pintores que, de alguna manera, podían "disimular" los defectos físicos. En cambio, ante un daguerrotipo, la realidad podía mostrarse menos "amable" con el retratado. 

A eso se sumaba que, como decíamos, las largas exposiciones podían poner a prueba la capacidad de permanecer quieto de los retratados, pudiendo dar como resultado muecas o caras serias que no reflejaban la mejor versión de las personas que se ponían delante de la cámara.

Por todo esto, como decía el The Daguerreian Journal en 1851, se valoraba de manera muy positiva la habilidad del fotógrafo para que el cliente se sintiera cómodo y la experiencia de posar no fuera traumática, a veces incluso por encima de la técnica. El carisma del fotógrafo y su capacidad de conseguir que sus clientes se encontraran cómodos y distendidos ante una larga exposición ayudaba a que sus clientes quedaran reflejados de manera más fiel a la realidad y por lo tanto quedaran más contentos con el resultado.